La obra muestra la cotidianidad de una calle de pueblo tradicional en el que las líneas de fuga de la calzada y de los edificios guían la mirada del espectador hacia dos figuras dispuestas en el centro de la pintura, una mujer y un anciano cuyos rostros no han sido definidos. Destaca la armonía de los colores utilizados, siempre en la gama de los grises muy pálidos, que dota a la obra de frialdad, así como la aplicación del color mediante pinceladas gruesas y cargadas de pintura.