La pintura representa la Adoración de los pastores, en una composición condicionada por el formato marcadamente vertical del lienzo, estructurándose en tres niveles de altura. En el plano inferior, un grupo de alegres pastores traen presentes al Niño Jesús. Éste, bajo la tierna mirada de sus progenitores, sonríe plácidamente ante los cánticos de alabanza entonados por los ángeles que se arrodillan junto al pesebre. La luz que emana la figura del Niño resalta a los personajes del fondo, sumido en penumbra. El plano intermedio se encuentra ocupado por un humilde portal de Belén, configurado a base de viejos maderos ensamblados y unidos por cuerdas. A la izquierda, se abre un paisaje de luces crepusculares. En la parte superior se despliega un rompimiento de gloria, centrado por una luminosa estrella y poblado por ángeles en movidas y alegres actitudes. Francisco Pacheco, en su Arte de la Pintura", censuró que Roelas no hubiera representado al Niño Jesús de forma decorosa, "fajado y envuelto", como decían las Sagradas Escrituras, sino "imitando al Basán, dejándose al Niño desnudo". Es ciertamente llamativo que Pacheco desautorizase en materia de decoro a Roelas, que fue clérigo. No obstante, es algo comprensible, dada su estricta defensa de la ortodoxia en la iconografía sagrada, y también hay que tener en cuenta el probable resquemor de Pacheco por haber quedado fuera de esta destacada empresa artística. Advirtió Pacheco la filiación veneciana de esta pintura, relacionándola con obras de Jacopo Bassano, en este sentido, resulta similar a la Adoración de los pastores de este artista conservada en El Escorial. El realismo anecdótico con el que Roelas describe a los personajes, especialmente a los pastores, evidencia el influjo de los Bassano, así como, también, su origen flamenco. Pudo servirse de grabados flamencos para captar la jocosa figura del pastor que porta un cordero sobre sus hombros, concretamente, de la estampa "Cosa ridicolosa" abierta por Sadeler sobre composición de Goltzius. Hay en esta obra una calidez cromática y un naturalismo, repleto de humanidad y sentimiento, que resultaron aspectos novedosos en la pintura sevillana de la época. Es una obra que influiría en pintores como Pablo Legot, quien la seguiría de cerca en sus Adoraciones de los pastores de los retablos mayores de las parroquias de Lebrija, Los Palacios y Espera. A pesar de que Francisco Pacheco la mencionó como obra de Roelas en su "Arte de la Pintura", se mantuvo durante mucho tiempo la errónea afirmación de Ponz, que la consideró de Francisco Varela."