Se trata de una suntuosa peana que debió ser concebida, dadas sus características estilísticas, en las últimas décadas del siglo XVII, para realzar una talla de la Inmaculada Concepción, de fecha anterior, que preside el hueco central del retablo de dicha advocación. Posee una base de perfil rectangular, ricamente decorada con pequeñas flores y abultados tallos vegetales, y dotada de sendas volutas que se disponen lateralmente, a modo de asas. Sobre esta base se eleva el cuerpo principal de la peana, que en origen estuvo centrado por un relieve de Dios Padre (hoy perdido), encerrado dentro de un marco recorrido por ovas. Flanqueando éste, penden dos pequeñas guirnaldas. La peana se remata, en su frente y laterales, por hermosas cabezas de querubes, flanqueadas por turgentes golpes de talla vegetal.